Nos complace y celebramos la reedición del libro Cartas de petición. Chile 1973-1989, del ensayista y académico Leónidas Morales. Algo ya se deja decir en la palabra "complacencia", y me inclinaría a emparentar esa palabra, hacerla pariente, familiar, con la de "complicidad". Sin lugar a dudas, es posible encontrarse con el autor en pliegues comunes, pliegues de memoria política, de resistencia al olvido, de búsqueda y reflexión sobre los géneros, literarios y sexuales. Operaciones críticas que van constituyendo campos de saberes que jaquean cánones y sistemas estructurados con lógicas de sentido excluyentes; lógicas de minorización de realidades de escritura, en el caso de los géneros literarios, y de minorización de realidades sociales, en el caso de los géneros sexuales. Complicidad, entonces, en una suerte de subversión de formas, estilos y signos, en una apuesta afirmativa de lo que ha sido negado en la tradición cultural que hemos habitado.

Reconocemos en los trabajos de Leónidas Morales un gesto inaugural en nuestro medio académico, cual es el de su preocupación y atención teórica por los géneros referenciales tales como el diario íntimo, la carta, la autobiografía, la entrevista, en la producción contemporánea. Lo atestiguan sus trabajos sobre las cartas de amor de Gabriela Mistral, Carmen Amagada, Violeta Parra, su edición crítica del diario íntimo de Luis Oyarzún, sus ensayos sobre los diarios íntimos de Lily Iñiguez, Teresa Wilms Montt, Ágata Giglo, entre muchos otros. Conocemos también el tono apasionado que acompaña a sus exposiciones orales sobre estas investigaciones.

Quizás se debería leer el gesto que emprende Leónidas Morales, en un momento de su vida, como un gesto político, al mismo tiempo que cultural: un modo de pensar lo político, una reflexión sobre las relaciones de poder que fijan las instituciones sociales y culturales, el poder de la institución literaria, y el poder de la academia. En este texto se hace evidente una política de escritura que no pone en el olvido sus propios trayectos biográficos personales, que se leen inscritos en un contexto histórico determinado. Y no solo interesan al autor las estrategias discursivas que hay, por ejemplo, en las cartas de petición, sino las estrategias políticas que implican los discursos y las opciones al interior de la academia.

Este libro reeditado, continúa la línea de su interés por las cartas, como escritura que pone en tensión la presencia y la ausencia, que hace ingresar lo fantasmal del otro a quien se escribe, que en estas cartas de petición cobra una dimensión extraordinariamente dramática, porque no hay respuesta posible, aun habiéndola en su carácter puramente formal. Nadie co-respondiente hay en la recepción de estas cartas que nos hace conocer Leónidas. Comunicación imposible. La mayoría de ellas no serán leídas y menos contestadas por aquellos a quienes van dirigidas. De ese modo, más bien testimonian una denuncia, la pérdida, una espera. Más que cartas de petición, cartas de constancia, constancia del hecho de haber escrito una petición. Leídas unas tras otras hacen oír una amarga y trágica letanía sobre hechos que se quieren revertir en medio de coordenadas de un poder arbitrario que se ha instalado ferozmente, sin concesiones, fríamente, de modo implacable, en la negación más absoluta de quienes son considerados enemigos. Por eso, me pregunto qué sentido tienen ciertas expresiones -en especial en algunas de las cartas escritas durante los dos primeros años de la dictadura- que intentan apelar a una buena voluntad, a sentimientos que se pudieran compartir si es que el destinatario, siempre una autoridad, fuera capaz de ponerse en el caso del que escribe. Hay allí en estas retóricas algo a ser pensado como treta absurda del débil en tanto estrategia discursiva, que puede dar cuenta de la mediación de otro poder entre el que sufre y la sordera de la autoridad del destinatario de la carta.

Quedo también con una interrogante respecto de si es posible hallar la "continuidad de sentido", que Leónidas Morales propone en su lectura, entre estas cartas de petición y las cartas de petición dictadas o escritas por los indios subyugados en el tiempo de la incipiente colonia: leerlas en una suerte de analogía, o equivalencias de significación, puede remitir a una clave de lectura en que el poder podría ser interpretado desde una suerte de esencia del poder que se daría del mismo modo en el juego de relaciones de fuerzas y de impulsos de dominación de unos sobre unos otros, aun en distintos contextos. Tal vez ello pudiera hacernos perder la percepción de las particulares condiciones de producción del poder en tiempos históricos disímiles.

Quisiera terminar esta pequeña introducción relatando una coincidencia que se me dio hace unas semanas, mientras organizábamos la mesa de presentación: estacioné mi auto en una calle cercana a la Editorial Lom, adonde me dirigía para una reunión. Mientras daba los primeros pasos en la dirección que requería, me encontré frente a una casa antigua que había tenido su esplendor. Ahora estaba descuidada, con el jardín enmarañado, la pintura saltada, empobrecida, pero me sentí atraída por ella. Me detuve a mirarla un momento y seguí. En la esquina descubrí el nombre de la calle, Santa Mónica, y, en ese momento recordé que esa casa, a la que había mirado como dentro de un sueño, era la casa que había pertenecido a la residencia del Comité de Cooperación para la Paz en Chile, fundado el 6 de octubre de 1973. Allí se redactaron los primeros recursos de amparo, se redactaron seguramente algunas de las cartas que ahora salen a la luz gracias a Leónidas Morales; casa que yo misma visité pidiendo ayuda para saber del paradero de un amigo que había desaparecido. Solo podía yo dar los datos iniciales. En una sociedad tan familista como la nuestra, en la que a la amistad no se le reconocen ni sus títulos, ni sus duelos, era necesario esperar la llegada de la esposa que estaba en otra ciudad. Las cartas que leemos están firmadas por esposas, madres, hermanas, hermanos, familiares de detenidos y detenidas desaparecidos. Firmas legítimas. Las im-posibles cartas de las amigas y los amigos encontraron otros modos de expresarse y su develamiento pendiente.

Hay que agradecer al autor de estas cartas de petición, por el desocultamiento que ha hecho de éstas y la insistencia de su gesto.