Palabras del Director

  

Desde hace décadas, un malestar recorre el ámbito de las humanidades en la vida universitaria, a veces de modo explícito pero con más frecuencia en los pasillos (véase entrevista a ex decana Lucía Invernizzi “Las humanidades salieron en viaje de negocios”, diario La Época, Santiago, 24 de diciembre de 1995). Este malestar responde a múltiples factores. Entre ellos, a la pérdida de valor social de las disciplinas humanísticas; a la constatación de que el humanismo y la cultura letrada ya no son el paradigma de la cultura; a una situación de marginalidad al interior de la propia universidad que se traduce en diferencias de infraestructura y de salario; al convencimiento de que esta situación desmedrada responde al hecho de que las humanidades producen bienes públicos no transables en el mercado y que por lo tanto sus posibilidades de autofinanciamiento son escasas, habida cuenta de su inserción en un modelo educativo mercantil y pragmático, que se aleja cada vez más del ideal de una formación integral. Cabe reconocer que la Universidad de Chile y otras universidades públicas recibieron del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet –a modo de reparación por la jibarización que experimentaron en dictadura– un aporte significativo para las áreas de las humanidades, las ciencias sociales y las artes. Pero, aunque eso sea importante, el malestar al que aquí nos referimos no obedece solo a una crisis de recursos o de infraestructura. El malestar obedece también a que muchos de nosotros nos sentimos asfixiados por una cultura de indicadores tecnocráticos y estandarizados, donde los números reemplazan a los valores; en que la calidad se subordina a la industria del paper, formato que en alguna medida ha cercenado el pensamiento crítico y creativo propio de las humanidades; el malestar consiste, finalmente, en sentirnos parte de una vida académica con una sobrecarga de formularios y procesos de acreditación que se demuestran en ocasiones de una seriedad asaz cuestionable.

También es cierto que quienes trabajamos en este ámbito tal vez no hayamos realizado todos los esfuerzos que son necesarios para proyectar y darle un mayor sentido a nuestras disciplinas, para encantarnos a nosotros mismos y al contexto en que actuamos.

Es desde esta mirada que convocamos a un número monográfico sobre las humanidades, utilizando como estímulo el artículo de José Santos “La tiranía del paper. Imposición institucional de un tipo discursivo”, artículo publicado en el número 82 (noviembre 2012) de nuestra Revista. En la convocatoria invitábamos a colaborar en un número especial, al que concebíamos como un espacio de reflexión (reflexión cuya expresión escrita no necesariamente debía ceñirse al modelo de un paper) sobre el rol, el lugar y la significación de las humanidades en el mundo de hoy, sobre todo pensando en nuestra propia realidad universitaria y en la posibilidad de expresar desde distintos ángulos el malestar en cuestión. La convocatoria tuvo una acogida amplia, tanto a nivel nacional como en el extranjero. Recibimos contribuciones que miraban hacia el pasado, hacia los orígenes de las humanidades, y que examinaban luego su evolución en el tiempo, a las que ubicamos en la sección Humanismo, humanidades y modernidad. También artículos que discutían el paradigma científico y el modo en que éste ha afectado al discurso académico, los que ubicamos en una sección titulada así precisamente, El paradigma científico. El mayor número de contribuciones recibidas abordaron críticamente temas de las humanidades en la universidad, sobre la administración académica, sobre la desvalorización del ensayo, sobre las revistas indexadas y sobre la burocracia tecnocrática que rige los procesos de evaluación y certificación. Las agrupamos en la sección Universidad y administración académica (burocracia, reflexión y creatividad). También recibimos contribuciones sobre las humanidades y su papel en la educación, tanto a nivel universitario como en la enseñanza secundaria, las que agrupamos en Humanidades y Educación. Por último, incluimos artículos y conferencias que reflexionan sobre el estado actual y el futuro de las humanidades en Alemania, España y Estados Unidos, en los que se presentan escenarios y perspectivas distintas a las nuestras, a la vez que una clara distinción entre la crisis de financiamiento de las humanidades y la crisis de las humanidades.

Esperamos que, más allá de sus beneficios catárticos, este número monográfico de la Revista Chilena de Literatura pueda contribuir a sensibilizar a los entes evaluadores y a las instancias de indexación sobre la especificidad de nuestro trabajo. Estamos conscientes de que una golondrina no hace verano, y que somos un picaflor en una jaula de hierro, pero también nos asiste la certidumbre de que vale la pena reflexionar con rigor y franqueza sobre el estado actual y futuro de las humanidades. Es un ejercicio que anticipamos útil tanto para los que participamos en las disciplinas, programas y publicaciones involucradas como para quienes nos observan, nos administran y nos evalúan.

No podemos dejar de agradecer a Conicyt, que nos apoyó en la realización de este número, y también al Comité Editorial de la Revista que acogió por unanimidad la iniciativa.

 

Bernardo Subercaseaux

Director Revista Chilena de Literatura