Ferréz. Manual práctico del odio. Buenos Aires: Corregidor, 2011, 311 p.

 

Reginaldo Ferreira da Silva (São Paulo, 1975), es mejor conocido por su seudónimo Ferréz, mote que creó a partir de dos figuras de la cultura popular brasileña, puesto que la raíz “Ferre” alude no precisamente a su apellido sino al de Virgulino Ferreira da Silva (Lampião), mientras que el sufijo “z” es tomado de Zumbi dos Palmares, y consiste en un homenaje al líder quilombola del siglo XVII. Ferréz creció en Capão Redondo, una de las favelas más violentas de São Paulo, foco de narcotráfico y de crimen, pero también el lugar donde aún vive y el espacio en el cual re-crea sus historias. Se inició muy joven en el mundo de las letras, su primera publicación, Fortaleza de Desilucão, la realizó con medios propios en 1997. Dos años después, junto a un grupo de habitantes de la favela, ideó la marca de ropa y accesorios 1DASUL que significa “somos todos um pela dignidade da Zona Sul”. Sin embargo, 1DASUL ha dejado ser solo una marca, para convertirse en un proyecto que busca dinamizar culturalmente esa zona de la ciudad, espacio en el que se realizan todo tipo de actividades, desde saraos semanales, hasta conferencias literarias, pasando por lectura de poesía, fiestas comunitarias así como eventos de hip-hop y de rap.

Otras de sus publicaciones son Capão Redondo (2000), Amanhecer Esmeralda (2005), Ninguém É Inocente em São Paulo (2006) y Deus Foi Almoçar (2012). Entre 2001 y 2004 dirigió los números especiales de la Revista Caros Amigos, escenario desde el cual instaló la idea de Literatura Marginal: a cultura da periferia. Desde aquí convocó a diversos escritores (masculinos y femeninos), poetas y raperos a contribuir con sus historias periféricas, cuya condición era ser y escribir sobre la vida en las favelas. Por lo tanto, en la acepción de Ferréz, la literatura marginal no solo tematiza la marginalidad a la que está sometida la periferia, sino que también es hecha por sujetos que pertenecen a los grupos marginalizados. Posteriormente, esta literatura ha sido denominada por Allan Santos da Rosa, igualmente escritor y profesor de las favelas, como literatura periférica.

Si bien Ferréz no fue quien acuñó el término Literatura marginal, dado que ya había sido empleado por la crítica brasileña para referir ciertas prácticas literarias de las décadas del 60 y 70, sí fue quien reapropió el término y le dio contenido a partir de su trabajo en Caros Amigos, pasando así de una atribución externa, como fue el caso de la crítica, a una autoasignación. Lo cierto es que con esta etiqueta ha logrado politizar la escritura y legitimar el lenguaje de las favelas, tal como lo afirma Heloísa Buarque de Hollanda en uno de los textos críticos que acompañan la novela que aquí reseñamos: “la periferia conoce la fuerza estética y política de la palabra” (282).

Manual práctico del odio es la tercera publicación del autor. Llegó a las librerías paulistas en 2003. Tres años más tarde fue traducida en Barcelona para el público español, y su publicación estuvo a cargo de la editorial El Aleph. La segunda edición en español –que aquí presentamos– se realizó en Argentina el año pasado (2011) y la traducción estuvo a cargo de Lucía Tennina. Este texto es el número 23 de la colección Vereda Brasil de la editorial Corregidor. En esta colección comparte estante con Oswald de Andrade, Machado de Asis, Clarice Lispector, Silviano Santiago, entre otros. La edición argentina está acompañada de cuatro textos críticos, los cuales ayudan a comprender las repercusiones y los debates que ha suscitado la obra de este autor en la escena literaria brasileña.

Antes de entrar en los detalles de la historia, es preciso detenerse en el título y en la arquitectura de la misma, dado que Manual práctico del odio sugiere por lo menos dos cosas. La primera, que trata de un manual del odio desde el mundo práctico, es decir, contado por quienes lo viven y lo ejercen. Y la segunda, que es un dispositivo didáctico que intenta explicar el germen del odio y la cadena semántica de violencia que moviliza a cada personaje periférico que puebla la novela.

Al abrir el libro nos encontramos con una no muy grata advertencia que reza así: “A los que conspiraron y alentaron mi caída, nada más justo que presentarle la tercera lámina, el Manual práctico del Odio está aquí, fortificando la derrota de los que atentaron contra mí y los míos”. Sin duda refiere a los enemigos que quiere derribar con su escritura, enemigos que la misma narración va permitiendo establecer. A esta exhortación le sigue una lista de 35 nombres de personas a quienes el autor rinde tributo, puesto que la muerte los ha arropado y no precisamente por causas “naturales”. Los versos siguientes son tomados de la Biblia y dicen relación con la venganza. Pero ¿de quién, de qué se quiere vengar? Una vez más, de la violencia que roba vidas, esperanzas y sueños.

El libro se centra en la organización y realización de un asalto por parte de un grupo de conocidos sicarios, no podríamos decir que de amigos, pues se conocen pero se evitan. Saben de los trabajos de cada cual, y al unirse se hacen cómplices aunque desconfían entre ellos. Así, Regis, personaje que abre y a su vez conduce la trama, acepta la proposición hecha por Mágico, quien, por su lado, ya había convencido a los otros miembros de la cuadrilla: Lúcio Fé, Celso Capeta, Neguinho da Mancha na Mão y Aninha. Esta temida coalición no da buena espina ni tranquilidad a los vecinos, quienes conocen las hazañas de cada uno. No obstante, la ejecución del asalto se narra en el capítulo 9 (de un total de 12), de manera que este evento es una mera excusa para ir mostrando las diversas piezas del rompecabezas que forma la violencia y que involucra no solo a los miembros de la banda sino a otros personajes que no son precisamente bandidos, pero que se ven afectados por sus acciones, aunque sobre todo por la pobreza y el abandono (afectivo, estatal y social) en el que se encuentran. A medida que cada personaje recupera imágenes de su infancia va entrando en escena el étimo del odio que moviliza a cada quien. Regis fijó en su memoria la conversación que presenció entre la dueña de casa en la que su madre era doméstica. Al dar su madre el nombre del barrio donde vivían, la patrona responde dirigiéndose maternalmente al niño “¿Entonces es este el muchacho que un día va a crecer y me va a robar?” (54). Mientras a Eliana, la esposa del protagonista, “lo que le daba tanto miedo era la soledad, cuando terminaba las tareas domésticas, iba despacio, arrastrándose y de repente la dominaba toda la situación” (75). Su única compañía, aparte de su hijo colegial, era la televisión, en vista de que su marido desaparecía de casa habitualmente. Nego Duda, otro joven sicario del barrio, influido por las letras de Facção Central, un grupo de rap, “pichou en la pared de su casa una bella mañana de sábado: ‘Es hora de vengarme, el hambre se volvió odio y alguien tiene que llorar” (52). El hambre, ese enemigo que tenía a su padre sumido en el alcohol y a su perro prácticamente en los huesos. Y la lista sigue, la migrante que, del interior de Bahía, huye de la violencia y la falta de oportunidades en su pueblo y se interna en la vorágine de la favela de la gran ciudad. El padre de familia evangélico y desempleado, el dueño del bar donde se fraguan varios asesinatos, el infante vendedor de flores… Pese a los heterogéneos rostros que presenta, todos conocen el sabor de un pan añejo y de una leche descompuesta y los golpes de la naturaleza cuando la lluvia arrecia por las laderas del morro, llevándose consigo las frágiles casas y el escaso mobiliario que tienen. Los policías corruptos aumentan la desolación y el abandono. Este escenario señala al sicariato como una de las vías que toman los que aman el dinero fácil. El narcotráfico es otra. Quienes optan por la vía honrada asumen el sufrimiento como gramática de vida y de perpetua pobreza.

Estas historias son acompañadas por la voz de un narrador omnisciente. Su lectura es ágil gracias a las pausas cortas y los fragmentos que entreveran los relatos. Ritmo que además está influido por el estilo del rap y el hip-hop. En cuanto al lenguaje, se incorpora en los diálogos la forma de expresión oral de las favelas, aspecto que ha sido difícil de mantener en la traducción. Si bien, tanto el estilo musical como la incorporación de la jerga de la favela son elementos mejor trabajados en Manual práctico… éstos han sido materia constantes en la obra de Ferréz, y en los autores que él ha inspirado, es por esto que Heloísa Buarque se pregunta si él no estaría inaugurando una nueva tendencia en la literatura brasileña.

Ahora bien, la primera idea que surge al leer estas páginas es justamente si en la periferia no hay un afuera de la violencia. Si es necesario que las mismas voces periféricas insistan ad nausean en las representaciones producidas sobre ellas y por ellas, como lo advierte el narrador cuando acompaña a Valdenei, otro de los personajes, en su acción: “está aceptado por el mismo pueblo oprimido que él juzga y condena, tiene en su mente lo que repiten hace años, que la culpa es de ellos, de [la] raza inferior, la raza que roba, que secuestra, la raza que mata, la raza que no sigue las leyes de Dios, la raza que tiene que ser exterminada” (163). Pero en este caso, la misma insistencia en ello porta una salida, pues al subrayar la parálisis que produce este discurso que los mismos sujetos sindicados adoptan, invita a tomar medidas en contra de dicha anestesia. Esta es la paradoja de la que habla João Camillo Penna al referir el trabajo de Ferréz en otro de los textos críticos que acompañan el libro: “sus novelas… hacen un inventario de las condiciones de imposibilidad de la subjetivación comunitaria, el levantamiento negativo y trágico del repertorio de opciones disponibles para un joven que está viviendo hoy en día en las periferias brasileñas, que casi invariablemente terminan en muerte violenta” (296). No obstante, hay un personaje que arroja una luz verde. Paulo es un obrero metalúrgico redimido por la literatura, es un personaje periférico que encarna una de las propuestas del autor: la lectura como vía liberadora;… la opción no es salir corriendo de ese lugar y de esa situación en cuanto se pueda, sino afrontarla y revertirla. Paulo “odiaba vivir en ese lugar, el mismo lugar que llevó a su padre a la tumba e hizo que su madre huyera con el patrón y lo abandonara todavía de niño, pero sabía que el lugar tenía [un] ritmo, y él otro, sabía que no debía entrar en el ritmo del lugar y sí seguir el suyo propio” (90). Esto es lo que ha hecho Ferréz mismo, pues pese al reconocimiento que ha obtenido por sus novelas y su proyecto cultural, continúa viviendo en Capão Redondo, contribuyendo para que las y los jóvenes tengan algo más que pan: libros. De ahí que “el diagnóstico de la imposible comunidad contiene una amonestación en sordina: en vez de unirnos, de producir un movimiento, nos matamos” (296). Leer y crear son, entonces, las respuestas de Ferréz ante el fenómeno que los sociólogos, analizando una de las problemáticas sociales creadas por la globalización, han denominado la excedencia o superfluidez humana.

Y es que la novela porta varias críticas al modelo económico. La primera, al consumo, para lo cual es indispensable el dinero. El dinero es, en palabras de Regis, el móvil de todo su accionar y el de sus compañeros, pero también el de sus enemigos. En esta novela vemos cómo los habitantes de la periferia entran en el juego del capitalismo que aparentemente los excluye, pero los seduce con la ilusión de una vida mejor a través del consumo, y si la pobreza les impide disfrutar de sus banquetes (zapatillas Adidas, motos Tereré, autos Belina, televisores de 29 pulgadas, armas, visitas al Shopping Center, etc.), el crimen es la vía que lo vehicula efímeramente. La apuesta del autor por la construcción de comunidad no se debe a que la solidadaridad sea un atributo conminado a la pobreza, ya que sería una forma de asumir acompañados el sufrimiento, sino que con ello pretende romper con el modelo de subjetividad que el capitalismo requiere: el individualismo radical. Ese que es transmitido por las cadenas de televisión. De ahí que el narrador muestre la alienación en la que los personajes entran con la T.V. En la casa de cada personaje hay un televisor para distraer el hambre, el tedio, la soledad. Pero más que futbol y telenovelas, lo que se necesita es lectura y escritura con sentido. Es así como los textos de Ferréz se dirigen, en primera instancia, a los habitantes de las favelas de São Paulo, así como de otros lares de Brasil.

Para cerrar, Ferréz no es solo el nombre de un escritor, es el nombre de un proyecto estético y político, que a partir de la música, de la poesía y de la cultura en general, apuesta, ese es su compromiso, a ganarle la guerra a la violencia, creando lectores y escritores en las favelas de São Paulo, pero también del mundo, ya que sus obras han sido traducidas en Italia, España, México, Alemania, Francia y Estados Unidos.

 

Mary Luz Estupiñán

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

maryluzestupinan1@gmail.com